A veces, casi sin darnos cuenta, nos convertimos en los malos del cuento, en el "Lobo" de caperucita roja o de los tres cerditos. Somos ese alguien que por dar una negativa a tiempo, decir la verdad en voz alta o por actuar de acuerdo a sus valores se convierte al instante en el personaje malévolo de la historia, en el responsable de que esa fábula no sea de color de rosa ni tenga la narrativa que alguien quiso dictarnos. Si hay algo realmente peligroso y poco adecuado es hacer uso de esa dicotomía tan radical que gusta diferenciar a las personas entre buenas y malas. Lo hacemos tan a menudo que apenas nos damos cuenta. Por ejemplo, si un niño es obediente, tranquilo y silencioso decidimos al instante que es bueno. Por el contrario, el que tiene carácter , es contestón, inquieto y muy proclive a las rabietas, no dudamos en decirle en voz alta aquello de "eres un niño malo".
"Un cuento siempre adquiere los colores que le otorgan el narrador, el ámbito en que se cuenta y el receptor"
- Jostein Gaarder -
Es como si muchos de nosotros dispusiéramos de un férreo esquema auto-construido sobre lo que esperamos de los demás, sobre lo que consideramos como adecuado y respetable, sobre lo que entendemos como nobleza o bondad. Así, cuando algo de esto falla, cuando un solo elemento de esa receta interna no se cumple, no se expresa o no aparece, no como desconsiderada, toxica o incluso malvada. Leer más...
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